viernes, 30 de septiembre de 2011

Cando eu era pequena...

Como es la primera vez que me sumo a algo así, no sé qué tal saldrá esto. Pero si Zeltia pide, yo pierdo el culo, vamos...

Los recuerdos de mi infancia son fragmentados; a veces me asombra lo poco que recuerdo de la misma, sobre todo de algunos aspectos de la misma, y específicamente en algunas épocas.

Hay dos recuerdos que me vienen a la memoria ahora (por aquello de compensar, uno es sobre algo agradable y el otro no):

RECUERDO A:

En preescolar estudié en una escuela de Pontevedra al que llamaban La Aneja, creo que porque estaba de alguna manera relacionado con la escuela de Magisterio. Apenas tengo recuerdos de estos dos años de mi vida, lo cual es llamativo, habida cuenta de que atesoro algunos del jardín de infancia Los Cerezos; en fin, vericuetos de la mente.

Uno de los pocos (y extrañamente claro) recuerdos se refiere al día en que el mundo se puso patas arriba, y los niños pudimos hacer lo impensable: ¡tirarnos por la ventana!, ¡y la profe también!.

Mi recuerdo infantil sitúa a unos señores muy amables, vestidos de azul y con gorros estrafalarios (léase bomberos), que se asumaron de repente a la ventana del primer piso, así, como surgidos de la nada, y nos animaron alegremente a tirarnos por unas colchonetas desde la ventana hacia la calle...¡Dios mío, debí de ser la primera!.

¡Qué sensación de felicidad total!, ¡qué emocionante!, ¡qué guay tener algo que contar al llegar a casa!.

Tenía 4 años.  Ahora sé que participamos en un simulacro de incendio, aunque me parece que si hubiera sido un incendio real, me hubiera seguido tirando la primera, sólo por el placer de hacer algo nuevo y excitante.

RECUERDO B:

Al volver de uno de sus breves viajes, mi padre me regaló un olífrado rojo. Era un bolígrado especial, ya que en su mitad posterior tenía un cochecito que foltaba a una lado y a otro, según la inclinación que le dieras al bolígrafo.

Me dejaron mis padrs llevar ese tesoro al colegio, y allí fue la sensación: lo enseñé, lo presté,...de repente todas las niñas querían jugar conmigo; me sentí tan absolutamente especial, por una vez, en lugar de la niña lareta y atolondrada de siempre...y cuando al salir mi madre se empeñó, fíjate, en tratarme como siempre, en llevarme de la mano, en que no hiciera nada por mi cuenta, me rebelé (con la fuerza que me proporcionaba mi tesoro fotante y escribiente), y me alejé de ella...no quería que me tratase como a un bebé. Me adelanté tanto que crucé un paso de peatones con semáforo, eso sí, mirando a ambos lados y en verde, como tantas veces me habían repetido que había que hacer y siempre hacían por mi. Oía a mi madre gritando deseperada que volviera, que la esperara, que no me escapara,...pero no quería hacerle caso, y sabía que cuando por fin nos encontráramos, iba a pagarlo caro.

Y así fue: cuando mi madre me alcanzó me agarró del brazo (ciertamente debió de hacer un considerable esfuerzo de contención, porque la cara era de asesinarme allí, sin anestesia), me cogío el bolígrafo y lo pateó contra el suelo, rabios, identificando mi tesoro con la causa de mi atrevimiento y desobendiencia.

Mi pobre madre sólo estaba tremendamente asustada, creyendo que era incapaz de cruzar sola y había estado al borde de la muerte, temiendo que al no tener control total sobre mi, me pasara algo... pero allí, en ese mismo instante, machacó mi mundo.

Y volví a ser la niña lareta y atolondrada, la torpe e imperfecta.

Tenía 7 años.

P.D. Jugar con mi prima a vender y comprar "bacalaus" en la leira de la casita que mis tios tienen en la aldea...ese recuerdo es imborrable. Aquellas hojas de carballo, una piedra y un madero valen más que cualquier juguete carísismo que me hayan regalado.

jueves, 29 de septiembre de 2011

Ir indo

Hoy me han venido a decir que, aunque no se sabe bien dónde estoy ni cuál es mi destino, voy estupendamente...

¡Me ha encantado!

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Mente pensante

Pájaro inquieto,

de un lado a otro de mi cabeza saltas y culebreas,

preocupas y condenas mi asolada mente,

transtornas mi intelecto, otrora juicioso;

vas, vienes,...¡estorbas!.

Esas zozobras del alma inquietan, que no acongojan,

y aunque te esfuerces, mi vida, no oirás ni el eco de tus palabras, sólo un:

¡Para, neniña, para!


Wendy, 2011.

martes, 27 de septiembre de 2011

Otros caminos

Cuando se comienzan nuevos caminos, las dudas te asaltan: te preguntas si estás transitando el sendero correctos, si la decisión te ayudará en tu vida, si el esfuerzo tendrá su recompensa...

Y cuando vas ejercitando este nuevo camino, los resultados son desiguales: unos días notas los beneficios, otros no supone este ejercicio ninguna mejora; altibajos que no te permiten una visión de conjunto, unido a mi personalidad tendente a resaltar lo negativo y pasar de puntillas por lo positivo.

Tampoco conviene hacer proyecciones, ya que he decidido vivir el presente, en la medida en que esta cabecita loca me lo permita.

Pero cuando me asaltan las obsesiones, y experimento la zozobra durante unos días, generalmente debido a situaciones estúpidas que se arreglan solas, aprendo que este nuevo camino me aporta todos los días en que no me aferro a esas obsesiones, y que soy capaz de apreciar por contraste con los otros.

Quizá llegue un día en que todos los dias sean serenos, y que pueda vivir los problemas y contrariedades como ejercicios de madurez, y no como fuente de malestar (y constipación, a qué negarlo). Hasta ese día, lo único que experimento son destellos de una nueva vida, en la que todo es igual pero todo es distinto.


P.D. Conseguir pasar de soportar estar en el trabajo a disfrutarlo. Conseguir asumir que las cosas suceden cuando tienen que suceder...y por supuesto, conseguir sexo satisfactorio para ambos.