martes, 15 de marzo de 2011

Cajas

La sala está tenuemente iluminada. Una pasillo centrar franqueado por cajas negras, una cada cuatro metros, dos enfrentadas.

El hombre avanza, paso incierto, desorientado, enfilando por instinto ese pasillo artificialmente creado.

En el interior de cada caja entrevé un pubis de mujer, entre cortinas de negro satén. Avanza entre incrédulo y extasiado, como un niño al que regalan algo maravilloso e inesperado.

Avanza entre pubis rasurados, salvajes, coños rosados, oscuros, labios pequeños, grandes, anos dilatados, promesas de placeres insospechados.

Se detiene, paralizado ante una caja en concreto, en la que se muestra un coño para él perfecto, prometedor, jugoso, menudo, discreto. Una piel pálida y un pelo oscuro. Un coño Blancanieves, puro y canalla, que se le ofrece.

Y decide disfrutarlo, elegirlo, gozarlo y agradecerlo.