Otra vez soy ostra. Otra vez dentro de mi concha oigo las voces ahogadas del exterior. Otra vez mi mente vaga de un punto a otro sin yo poder seguirla ni dominarla, y este inquieto anhelo de vida me sobresalta.
Pero esta vez elijo observar, con paciencia trabajada, labrada en mis desesperos; elijo pensar que este es el proceso a seguir, no una batalla contra molinos de viento.
Será que esta perla necesita más capas de aragonita, que no es todavía lo esplendorosa que merece, y estoy dispuesta a darle los cuidados necesarios para que, cuando se sienta ella dispuesta, se abra al mundo y muestre su pétrea belleza.
Y elijo no discutirle la compañía a aquellos que quieran acompañarme; ni es mi decisión, ni soy su carga, ni tienen por qué abandonarme.
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