miércoles, 25 de agosto de 2010

Inconveniencias

¿Por qué, cuando tienes pareja, la mayor parte de la población se obstina en hacer comentarios fuera de lugar sobre tu fertilidad, seguidas de expresiones explícitas sobre las implicaciones en ello de tu edad (por lo visto, avanzada para procrear)?. En la calle o en el trabajo, con público o sin él.

Por supuesto, la edad del churri no importa (qué ignorancia en cuanto a reproducción humana y genética, y qué machismo,...)



Sólo les falta decir que se te va a pasar el arroz....¡y algunos incluso lo dicen!, ¡hay que tener valor!.

En primer lugar, no es de su incumbencia, y en segundo lugar, si se diera la circunstancia de que la pareja no pueda tener hijos biológicos, están metiendo el dedo en la llaga y después echándole sal. Menos mal que las mujeres públicas me lo están poniendo fácil en cuanto a respuesta rápida, teniendo hijos a partir de los 40.

¡Dios, la empatía en el culo!, debía ser asignatura obligatoria, y así de paso se ahorraban el eterno debate religión-ética.

P.D. Esos mismos que te azuzan a la perpetuación de la especie, son los que luego te iluminan, a retoño presente, sobre los inconvenientes y cargas de la paternidad..¡hay que joderse!, ¿a ver si tanta insistencia sobre el tema era para que todos estemos igual de atribulados?.

lunes, 23 de agosto de 2010

DIFÍCIL EQUILIBRIO

A menudo me pregunto por qué resulta tan difícil mantener el equilibrio y la perspectiva. Esos días del mes en que la hormona ataca despiadadamente, noto el desequilibrio aún más si cabe, esa lacerante daga en la garganta, ese puño en el pecho,…El resto del tiempo la batalla es soterrada, siempre yo contra mi, tratando de devolver al pensamiento negativo uno positivo, y así equilibrar la balanza.

Enumerar las razones por las que debo sentirme afortunada no me alivia en esos momentos, (ni en muchos otros, a decir verdad,..), y todas las agonías y pensamientos reincidentes cercenan el suelo bajo mis pies. Objetivamente, soy una privilegiada: tengo trabajo, tengo un compañero a mi entera satisfacción, tengo dinerillo ahorrado para comprarme una vivienda y que el dinero a solicitar al banco sea de un 25% del coste total del inmueble, mis padres están vivos, relativamente sanos y en sus cabales, no tengo ninguna enfermedad grave, mi familia directa ahora mismo tampoco,…

Subjetivamente, estoy atrapada en un trabajo anodino y repetitivo, poco exigente, y a jornada partida (eso me mata), en un pueblo que no me gusta y en el que dependes del coche para todo; no me gusta nada conducir y tengo que hacerlo todos los días para ir a trabajar; mi abuela se está muriendo, siempre estoy cansada, odio el deporte y sólo soy capaz de hacer algo si pago por ello o si encuentro gente con la que compartirlo; no sé estar tranquila, no tengo una red social física consistente en donde vivo, porque siempre me he estado trasladando de residencia, y aunque procuro hacer actividades con conocidos, no es lo mismo que tener amistades, …

El caso es que no sé contemporizar, no sé aceptar, he sido educada en la creencia de que el que se lo “curra” lo consigue (tremenda falacia, ya que se basa en la justicia, y el mundo es de todo menos justo).

Y sin embargo, en el fondo, y aunque no soy capaz de asumirlo ni aplicarlo, estoy segura de que la cosa se acerca más a estas máximas del pensamiento taoísta:

 “Demasiado deseo entristece el corazón”.

 “El Sabio acepta el Mundo (…) No se empeña, y así realiza su obra”.

 “Cuanto más empecinadamente se intenta algo, mayor es la resistencia que se crea; cuanto más se actúa en armonía con el universo, más se logrará y con menos esfuerzo”.

El problema es que no sé cómo ir hacia la flexibilidad del bambú, y me obstino en ser cualquier otro árbol que, aún robusto, se quiebra en la tormenta.



Así pues, una serie de días al mes soporto una angustia indescriptible, sin estar enferma, ni muriéndome ni en la indigencia, por lo que no tengo motivos serios de angustia: ¿Qué no me gusta mi trabajo?, como a media humanidad, ¿que el horario no es compatible con una vida personal y familiar satisfactoria?, idem de lienzo, ¿que no habiendo ningún impedimento real no obtendré el horario que quiero porque la empresa no quiere hacer diferencias ni generar polémicas, y porque se sigue teniendo una idea errónea de la productividad?, como todos los demás, ¿que veo poco a mi pareja porque los horarios no coinciden?, otro tanto de lo mismo, ¿que la mayor parte del tiempo estoy cansada y dolorida?, sigo empatada con un montón de gente, ¿Qué no tengo amistades sólidas en mi entorno cercano?, sigo pareciéndome al resto de la humanidad…y así hasta la exasperación.

Busco el cambio, pero al mismo tiempo me aterra su posibilidad real, porque ello pueda suponer más inconvenientes que beneficios, ¿busco mejorar mi vida profesional, a costa de la personal?, no quiero pagar ese precio, ¿busco trabajar en otro sitio que nos sea más cómodo geográficamente a ambos?, no estoy dispuesta a perder la poca (o mucha) calidad laboral que tengo ahora, es muy difícil encontrar algo ahora, y menos en un lugar en concreto, y menos con mis estudios (¿en qué hora tuve la estúpida idea de estudiar lo que me gustaba, en lugar de lo que era útil?)… “Pao se bogas, pao se non bogas”.

Hay veces en que pienso que soy genéticamente incapaz de ser feliz, dado que la felicidad pasa por la aceptación, si perder la fé pero sin perder la vida en el intento; no empeñarse tanto, que la vida no te vaya en algún cambio que, “a priori”, no sabrás si será beneficioso o no, sino todo lo contrario. Pesan los años convividos con personas que también se empeñan de una forma muy insana, ya que estoy segura de que la herencia también abarca los comportamientos relacionados con la gestión (o no) de la vida y los cambios.

Soy incapaz de disfrutar de la inactividad, pero extremadamente vaga, así que me revuelvo en el sofá por horas, haciendo algo que en teoría me gusta, pero sin disfrutar plenamente de ello porque el pensamiento de fondo es que tendría que estar en otra parte, haciendo otra cosa, haciendo el ejercicio ese que tanto odio, limpiando, poniendo lavadoras,…

Rara vez, me despierto enérgica y entonces hago lo que debo y lo que quiero, cabe todo, hay tiempo para todo, y me siento completa al acabar el día; esos días son como un rayo de luz en la oscuridad, la promesa de que puede ser diferente, aunque la cotidianeidad la disipe hasta nuevo aviso.

No sé qué entretenimiento buscar que me ayude a practicar la aceptación, a disminuir la ansiedad, a mejorar mi cuerpo y mi espíritu, y que se pueda hacer en un pueblillo insignificante, que me motive y no suponga una obligación de las tantas que me auto-impongo por mi propio bien, y de las que intuyo que peor sería si no me las impusiera.