viernes, 16 de julio de 2010

Sublime normalidad

Por varias razones, todas ellas dentro de los sinsabores de las reuniones familiares, hace tiempo que no comparten su cama, ni siquiera la misma cama. Hace poco retornaron a sus vidas cotidianas, y a su cama confortable (el único mueble por el que sufrirían si se quemara su casa), aunque sólo han coincidido para dormir en ella.


Pero hoy están juntos desde las 4 de la tarde, y aunque ella no duerme la siesta, procura ser quien le despierte, amorosamente, con besos y caricias. Y eso se dispone a hacer también hoy, con cuidado y delicadeza, y él le responde acogiéndola a su lado con firmeza, al calor de su cuerpo relajado.

Así permanecen por un tiempo, hasta que comienzan a besarse y acariciarse como suelen, sin que nada vaticine el desenlace, a saber, sexo oral para ella, coito para ambos, emociones, orgasmos uno para cada uno y un mar de lágrimas y emociones que ya no se contienen, porque no pueden recordar cuándo fue la última vez que pasó esto, y tampoco les es fácil recordar cuando intentaron comunicarse mediante el sexo y no sufrieron.