Por varias razones, todas ellas dentro de los sinsabores de las reuniones familiares, hace tiempo que no comparten su cama, ni siquiera la misma cama. Hace poco retornaron a sus vidas cotidianas, y a su cama confortable (el único mueble por el que sufrirían si se quemara su casa), aunque sólo han coincidido para dormir en ella.
Pero hoy están juntos desde las 4 de la tarde, y aunque ella no duerme la siesta, procura ser quien le despierte, amorosamente, con besos y caricias. Y eso se dispone a hacer también hoy, con cuidado y delicadeza, y él le responde acogiéndola a su lado con firmeza, al calor de su cuerpo relajado.
Así permanecen por un tiempo, hasta que comienzan a besarse y acariciarse como suelen, sin que nada vaticine el desenlace, a saber, sexo oral para ella, coito para ambos, emociones, orgasmos uno para cada uno y un mar de lágrimas y emociones que ya no se contienen, porque no pueden recordar cuándo fue la última vez que pasó esto, y tampoco les es fácil recordar cuando intentaron comunicarse mediante el sexo y no sufrieron.