jueves, 5 de noviembre de 2009

El cochecito

En un remedo de la película "El pisito", con un genial y desafortunadamente extinto J.L. López Vázquez: si, estoy buscando un coche, y me está costando lo mismito que al protagonista (o protagónico, que me encanta esta palabra, no lo puedo evitar), salvo que yo no tengo viejo verde con el que casarme para obtener el preciado bien (a no ser que asesine a mi costillica o cometa poligamia).

Horrorizadita estoy de los precios de los vehículos, y también de la sarta de estupideces que, según comentan los comerciales de los diversos concesionario, demanda la gente. Estoy empezando a sospechar que la gente vive en su coche, porque si no: ¿a qué conexión USB?, ¿a qué conexión del Ipod?. ¿Asientos de cuero?,¡uff, con lo que suda!.

¿Y si, en efecto, la gente, ante la carestía de piso a precio razonable en propiedad o alquiler, está viviendo en sus coches, al menos el 90% del tiempo?, eso sí, el otro 10% irán a la casa paterna o materna a dormitar y a que les hagan la colada, que ya sé yo cómo va esto.

Si así fuera, creo que la "peña" lo está enfocando mal.


Las preocupaciones deberían estar relacionadas con la habitabilidad y confort; es decir: ¿tengo posavasos o se me caerá el cuba-litro encima cuando pruebe la mezcla?, ¿los asiento son cómodos o parecen lija?, ¿puedo llevar a mis colegas holgadamente?, ¿la colilla del peta la tiro por la ventanilla o hay cenicero? y lo que es más importante, ¿los asientos se reclinan lo suficiente y están mulliditos como para echar unos buenos polvos?, porque vamos, el coche medio es incómodo de narices para los desahogos amorosos.



A esta juventud, como el “Mi querida señorita”, nadie les ha explicado cuál es su verdadera identidad, por eso creen que son MACs con conexiones Ipod, USB,..., y no personas con necesidad de cubículo follador.

Ups, I did it again!

Señor Apollinaire, debo informarle de que lo he vuelto a intentar,…y esta vez sí. Intenso y cálido como una ola, en este día gélido y nublado.

martes, 3 de noviembre de 2009

Orgasmo

¡Envidio los orgasmos de los demás, y me odio un poco por no permitírmelos!, me invade de tristeza.

Apollinaire

¡Qué puede inducir a un hombre a escribir tales obscenidades!.


Tenía curiosidad por conocer algo del tal Apollinaire y su vida, para entender qué sutil encanto podía esconder para él la coprofilia, los empalamientos,… y he descubierto a un tipo particular; hijo de un oficial del ejército de las dos Sicilias y de madre polaca secuestrada de un convento y posteriormente abandonada por el tal oficial; excesivo y snob hasta el delirio, que ama la poesía y vive de la novela erótica, rinde un culto obsesivo a la imagen y acuña el término surrealismo. Todo un experto en la escritura automática. Personalidad con tintes sadomasoquistas.



¡Pues para qué quiero más!.

En mi opinión, los surrealistas siempre han sido un grupo de escépticos desencantados que buscan libertad y liberación en el sueño, el delirio, los impulsos visuales,…nada de normas, códigos o proporciones.

Ciertamente, no sé si conseguiré terminar de leer “Las once mil vergas” o renunciaré. Me produce una atracción física, a mi pesar, y una repulsión mental total. Me recuerda una vez que, siendo pequeña, en una cama supletoria de un hotel, leyendo un libro cuyo título no recuerdo, al describir una escena violenta y sexual contra una mujer, me horroricé tanto y me violentó tanto que fui incapaz de seguir leyendo, porque me violentaba mucho: era al mismo tiempo atrayente y doloroso como una patada en la ingle.


Tardé días en dejar de tener esa sensación de violencia total. Hoy en día es algo que no soporto, ni en una película ni apenas en un libro, quizá porque me lo tomo en serio, no estoy insensibilizada por el abuso visual cotidiano.

Tampoco entiendo esa aparente conexión transversal entre libertad y depravación; supongo que tiene que ver con el individualismo exacerbado. Me parecen inapelables los límites en la libertad del otro, e ignorarlos es actuar como una raza superior, inexistente desde el punto de vista genético.




Sirvientas estranguladas por las piernas de su señora porque escenas de sexo en grupo se vuelven inocentemente violentas, coronadas con una sesión de necrofilia y, esta vez sí, violencia gratuita.

Siempre mueren ellas, hasta que empiezan a morir ellos, en una especia de ajuste de cuentas del destino (pelín freudiano. ¿eh?, recordemos a papá y mamá).

Hastío y desesperación emana el escrito.

Definitivamente, es una diarrea mental, y el por qué de que, al mismo tiempo excite debe obedecer a que está lo suficientemente bien escrito como para transmitir todo ese deseo febril de nuevas experiencias orgásmicas a costa de lo que sea, aunque lo que sea repugne. ¿Las violaciones de niños repugnan o no? (si ha contestado no, lárguese de mi blog).

Cómo el cuerpo humano puede ir por un lado y la mente por otro, cómo puede bloquearte completamente, y también como puede jugar con esta idea o la otra sin que el cuerpo llegue a acusar este pensamiento.

Últimamente eso me pasa mucho. Curiosamente, sí que he hecho algo que traspasa el pensamiento; leyendo en el trabajo los desvaríos de este gran cínico, me pilló por sorpresa, me excitó, sentí un repentino calor en la entrepierna, mis labios vaginales hinchados, molestos en su prisión de ropa interior y vaqueros.




Empecé a jugar con la idea de ir al baño y masturbarme, hecho prácticamente contra natura en mí, que siempre he odiado la exposición pública posible de los apetitos privados, y asombrosamente no deseché la idea; así que, como volvía ese pensamiento a mí una y otra vez, decidí hacerlo realidad.

Me metí en el baño de chicas, cerré la puerta de mi wc, me bajé los pantalones, me senté en el retrete y comencé a acariciar mis genitales, comprobando con excitación que estaba húmeda.

Poco a poco fui girando mis dedos alrededor del clítoris, primero lentamente, después con una cierta cadencia, que acompañé, sin percatarme casi, de un suave balanceo de caderas, basculando la pelvis de atrás hacia delante, hacia atrás de nuevo,…y subiendo la intensidad del movimiento de frotación del clítoris con mis dedos húmedos, mojados en flujo, casi sin pensar, hasta queme corrí.

No es que fuera una sensación muy memorable, pero el haber forzado mil límites sí que me produjo un “subidón” de bienestar.

He vuelto a intentarlo otra vez, pero no he tenido éxito, porque ha entrado alguien en el baño, por no estar lo suficientemente excitada,…puede que ya sea tarde porque soy demasiado consciente del hecho, he perdido el “factor surrealista”.